Nota de prensa 14 de diciembre de 2021

Pintores vascos: protagonistas de nuestra memoria cultural

Especialistas del mundo del arte han analizado en Sabino Arana Fundazioa el legado y los retos de futuro de los pintores y creativos vascos.

Pintores vascos: protagonistas de nuestra memoria cultural

En el marco de las jornadas que anualmente organiza Sabino Arana Fundazioa con el fin de reivindicar la memoria de las distintas manifestaciones culturales vascas surgidas entre finales del siglo XIX y a lo largo del siglo XX, este año, en colaboración con el Ayuntamiento de Bilbao, se ha analizado la “Memoria de la pintura vasca”.


El concejal de Cultura y Gobernanza del Ayuntamiento de Bilbao, Gonzalo Olabarria y la vicepresidenta de Sabino Arana Fundazioa, Ainara Zelaia, han sido los encargados de abrir el encuentro que, coordinado por Miren Josune Ariztondo, ha contado con la participación de especialistas en el mundo de la pintura y el arte vascos.


José Luis Villacorta, doctor en Historia Moderna y Contemporánea y especialista en Arte, ha analizado el presente. “La pintura vasca actual ante el espejo: una lectura posible” ha sido el título de su disertación.


Para Villacorta, la obra artística no termina con su finalización material, continúa con el espectador y este debe llegar a ser un “co-creador”, un agente activo que no debe esperar a escuchar la opinión del crítico o del autor de la obra para dar la suya propia: “Esperar la opinión del crítico de arte o del autor de la obra para copiar literalmente sus comentarios es un penoso espectáculo, que convierte al que se sitúa frente al cuadro en un simple repetidor. Su inseguridad ha congelado el proceso vital de la cultura”, ha afirmado.

 

Según el experto en Arte, la pintura vasca es la realizada por los pintores enraizados en la realidad vasca y da cuenta de sus aciertos y equivocaciones. “De esta manera, lo “vasco” no es una esencia subliminada, sino el conjunto de respuestas que proponen los componentes del país, orientado desde los fundamentos fecundos de la cultura creativa”, ha destacado.

 

Por otra parte, Michel Mejuto, licenciado en Arte por la Universidad de Barcelona y propietario y director de una galería que lleva su nombre en Bilbao, ha trazado un recorrido por los orígenes, y el desarrollo del galerismo en Euskadi, desde sus primeros pasos en las décadas finales del S. XIX, hasta la situación actual  del panorama galerístico tras la gran crisis mundial de las Subprime y la pandemia Covid.

 

En este sentido, ha segmentado su disertación en tres periodos que marcan a su vez tres etapas del galerismo en Euskadi: entre 1860, con el establecimiento en París del artista bilbaíno Eduardo Zamacois, hasta 1936 (Guerra Civil y exilio); entre 1948 (apertura de la sala Studio en Bilbao) y 2008 (crisis financiera mundial) para terminar hablando sobre cómo ve situación actual y sobre posibles escenarios de futuro.

 

Michel Mejuto opina que “nos encontramos en un momento de transición, pendientes de que mejoren los datos sobre la evolución del Covid y la economía en Europa”.

 

Construcción y deconstrucción 

 

Para el profesor de Bellas Artes de la UPV-EHU, Mikel Onandia, “la idea de “arte vasco” nace con la llegada de la modernidad en las artes plásticas, especialmente de la mano de la pintura, a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX”.

 

Onandia ha iniciado su recorrido, precisamente, a principios del siglo XX en un Bilbao “que vive una de sus mejores etapas económicas,  el surgimiento de un sistema artístico constituido por asociaciones artísticas, coleccionismo público y privado y una crítica de arte que define por vez primera las características del arte vasco moderno de la mano de Juan de la Encina”. Sin embargo, la construcción de la pintura vasca se ve directamente cercenada por el estallido de la Guerra Civil en 1936. En plena posguerra, el retorno de Jorge Oteiza de América (1948) es el primer impulso para la recuperación del proyecto moderno de arte vasco. La nueva basílica de Arantzazu se erige en la semilla de una nueva plástica que durante la década de 1950 y 1960 desarrolla un lenguaje plástico abstracto, con primacía de la escultura, que mediante la fusión de lo popular y la vanguardia, define plásticamente una identidad nacional moderna que se plasma en el proyecto de la Escuela Vasca (1965-1968).

 

“La década de 1970 se caracteriza por la aparición de una nueva nómina de creadores que responde, mediante nuevos lenguajes figurativos cercanos al pop, a los postulados metafísicos de las generaciones anteriores. Abierta la puerta a la posmodernidad, en plena Transición política se constituyen nuevas instituciones autonómicas que determinan la formación de los artistas en las décadas siguientes. Surge entonces un grupo de artistas que, bajo la denominación Nueva Escultura Vasca, conciben una nueva estética basada en la deconstrucción de los lenguajes anteriores, con Jorge Oteiza y el posminimalismo como punto de partida. Con la llegada del nuevo siglo, con la aparición del Guggenheim Bilbao y un mundo cada vez más interconectado y globalizado, los artistas contemporáneos vascos se mueven en un sistema determinado por las lógicas del mercado y una creciente diversidad de las corrientes artísticas. Aunque el arte vasco responde más a distintas políticas institucionales, caben destacar algunas características que muestra el arte local actual -en forma de relecturas críticas, formales y conceptuales, de la tradición moderna-, que se traducen en una continuación en la trama definida durante las décadas anteriores”, ha afirmado.

 

Finalmente, Luis de Guezala, doctor en Historia Contemporánea, descendiente de los artistas vascos Anselmo de Guinea y Antonio de Guezala ha contextualizado la etapa que va entre dos de las obras más representativas de sus ascendientes, el “Jaun Zuria” (1882) de Guinea a “La República vasca” (1931), de Guezala.


Guezala ha intervenido realizando un análisis sobre la faceta política de dos pintores vascos pertenecientes a dos generaciones, una de finales del siglo XIX y otra de principios del XX, en torno a dos obras emblemáticas. La primera, “Jaun Zuria jurando defender la independencia de Bizkaia” fue una obra premiada expuesta en la “Exposición de Bizkaia” de 1882 representando la legendaria jura de quien se consideraban primer señor de Bizkaia, un referente para los bizkainos de aquella época, incluso tras la derrota sufrida tras la última guerra carlista que supuso la abolición manu militari de las instituciones forales. Guinea realizó otra obra emblemática 20 años más tarde como fue la “Alegoría de Bizkaia”, vidriera que ocupa el lugar principal del palacio de la Diputación de Bizkaia, 1900, cuyo significado simbólico también ha explicado.


Antonio de Guezala, vinculado familiarmente con Guinea tras su matrimonio con su hija Eloisa de Guinea, perteneció a una generación posterior dentro de las vanguardias artísticas de comienzos del siglo XX y su nieto ha analizado su obra “La República vasca” como expresión política de un nuevo proyecto que en muchos elementos ha considerado continuación del anterior, con el “epílogo” de su obra desaparecida titulada “San Miguel derrotando al fascismo”.